¿Qué tienen en común un gaucho, una cantante de cumbia, un narco y un curandero? ¿Por qué una persona común y corriente, e incluso aquellas con comportamientos reprobables, podrían convertirse en santos adorados fervientemente por el pueblo? ¿Qué puede llevar a una persona a tatuarse la imagen de otra, a recorrer miles de kilómetros para visitar una tumba o a sumergirse en un charco de lodo? A través de la historias de cuatro santos populares que convocan a miles y miles de devotos en América Latina -el Gauchito Gil, Gilda, el Niño Fidencio y Jesús Malverde-, Almas Milagrosas nos ingresa en un mundo de idolatría ilimitada.
Las vidas de estas personas que después de su muerte son santificadas por el clamor popular no parecen tener mucho en común más que su muerte trágica. En Almas Milagrosas exploramos estos cultos localizados en las tumbas, caminos o en los sitios en los que estos individuos encontraron la muerte.
Recorrimos el Santuario de Cruz Gil en Corrientes (Argentina), donde cada 8 de enero más de 500 mil personas se congregan para venerar a uno de los íconos de la santería popular más famosos de ese país: Antonio Mamerto Gil Nuñez, más conocido como “El Gauchito Gil”. Vestidos de rojo, a caballo, en bicicleta o a pie, los devotos forman una fila interminable frente al lugar donde hace más de un siglo este hombre fue ejecutado. Los fieles dejan dinero, tabaco, alcohol y hasta objetos robados a cambio de un milagro.
En la tumba de Gilda vimos cómo el club de fans de esta cantante de cumbia también argentina entona sus canciones para que desde el cielo ella cumpla con sus pedidos. Presenciamos cómo el ómnibus en el que se accidentó esta cantante se convirtió en un templo sagrado hasta donde llegan miles de argentinos de todo el país para pedirle a “santa Gilda” que sane enfermedades, consiga trabajo, amor y dinero.
En México, un bandolero de principio de siglo XX también despierta un fervor religioso. Jesús Malverde es adorado por narcotraficantes, pero también por campesinos. Es un “santo” al que se le puede pedir cualquier cosa, y no pide nada a cambio. Fuimos a su capilla, en Culiacán, en Sinaloa, a la que llegan cientos de personas para pedirle algún milagro, dejándole flores, velas, billetes, fotos y hasta botes de camarones en agradecimiento por una buena pesca. También recorrimos el penal de Culiacán, donde Malverde está presente en todas partes, y donde cumple el “milagro” de permitir que decenas de presos logren una actividad y un sustento fabricando artesanías con su rostro que luego se venden en la capilla.
También viajamos a la pequeña estación de tren de Espinazo, a 120 kilómetros de Monterrey (México), donde se construyó una iglesia en honor al Niño Fidencio. Allí, sus devotos se sumergen en las aguas o en el lodo, así como en todo Monterrey, día a día, varias “materias” o “cajitas”, realizan curaciones siguiendo los ritos de este curandero milagroso.
Además, tendremos la mirada de especialistas que explicarán cómo las creencias populares se han multiplicado en América Latina. Muchos de estos “santos” surgieron hace más de un siglo, otros son casi contemporáneos. pero casi todos comparten los altares con figuras de la Iglesia Católica.
Cuatro santos, cuatro vidas y miles de devotos populares que son capaces de cualquier cosa para estar más cerca de sus ídolos y lograr que se cumplan sus deseos. Almas Milagrosas, por NatGeo.
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